¡Disfrutadlo!
Me di la vuelta y cuando miré a
la pared, vi una espeluznante sombra que me hacía burla, era un mimo mago
payaso que me enseñó a hacer trucos mudos con un poco de salero.
Una era que me podía cambiar un
parte de mi cuerpo por la de un animal. Yo no quería hacerlo, pero él me
obligó, me dijo que tenía que cambiar mi cabeza por la de un gallifante.
Después de eso, descubrí que me quería secuestrar, lo consiguió.
Seguía siendo un mago, así que me
tele transportó con otras personas que cayeron también en su tentación. De la
casualidad que ellos también les transformaron la cabeza en lo mismo que la
mía; no a todos, a uno le convirtió la cabeza en un roedor.
El secuestrador mago, que se le
olvidó que se llamaba Sanpitopato, no calló en que los roedores tienen unos
enormes y afilados dientes que podía romper las redes en las que estábamos
encerrados.
Se lo dije yo, todos me dieron
las gracias cuando salimos de ahí. El único problema es que estábamos en una
isla rodeada de gallifantes asesinos que fueron entrenados así por el
secuestrador mago. Qué sería de una isla sin troncos… Cogimos entre todos un
madero y nos hicimos una balsa.
Cuando zarpamos a un lugar más
seguro, surgió un problema. Los otros gallifantes (los asesinos), tenían
dientes afilados y nos rajaron la balsa y se hundió. Todos intentamos ir a la
orilla, como los elefantes y los gallos están en su hábitat rodeados de agua
podían ir a la orilla sin problemas, pero los roedores no y el que lo salvó
murió ahogado.
Volvimos a hacer una balsa, pero
esta vez cogimos cocos, con ellos hicimos figuras punzantes para que los
gallifantes asesinos se pincharan al intentar romper la balsa.
Conseguimos salir pero detrás de
los gallifantes había remolinos que en su desembocadura llevaban a un imperio
acuático malvado. ¡Otra vez estábamos en las mismas! Teníamos que huir de ahí.
Los guardianes que vigilaban el
imperio no nos venían así que fuimos por una especie de alcantarilla con tubos
propulsados que llevaban a la superficie. Conseguimos salir pero había piratas
en la nueva isla que fuimos. Otra vez teníamos que huir.
Estábamos cansadísimos. Nos
hicimos una cabaña con bambú y madera. Allí descansamos, al día siguiente me di
cuenta de que tenía un Sony experia que no se estropea en el agua, en ese
momento dije ¡Benditos móviles! Allí pude llamar a la policía acuática, les
pude decir nuestra ubicación gracias al GPS.
Todos salimos de allí. La policía
se extrañó de nuestro cuerpo. Rápidamente nos llevaron a un lugar seguro con
comida y calor. Después de nutrirnos nos llevaron un laboratorio para ponernos
nuestras cabezas. Descubrí que mi hermano no murió sino que fue convertido
igual que yo.
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